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Volveremos a las cafeterías, a las bibliotecas y a las calles

Podemos imaginar cientos de situaciones en las que el ruido ambiente nos acompaña. De hecho, para muchas personas, un entorno de absoluto silencio no siempre es una opción para concentrarse. Hay quien necesita música de fondo como inspiración. Hay escritores que necesitan el murmullo de la gente en un bar para inventar sus historias. Conozco a gente que si no tiene la radio puesta o la televisión de fondo no logra avanzar en sus tareas. En cualquier caso, si habitualmente compartimos un espacio de trabajo con otras personas, nuestro cerebro está ya más que habituado a escuchar el mismo ruido ambiente y seguramente ha desarrollado la capacidad de ignorarlo. Tanto es así que si lo eliminamos, algo nos falta y nos sentimos extraños. Nuestro cerebro es todo un misterio. Sin embargo, en ocasiones intentamos hacer algo, personal o laboral, en un entorno que no es el habitual. Intentamos terminar una tarea con distracciones o interrupciones no previstas, a las que todavía no nos hemos acostumbrado. Es lo que ocurre cuando intentamos trabajar en un nuevo lugar o leer donde no solemos hacer. A veces es necesario aislarse de un entorno que, por las circunstancias que sea, nos es ajeno y no permite una atención plena a lo que estamos haciendo. Y la tecnología nos puede echar un cable en este pequeño gran reto, en casa y en el trabajo, aunque recientemente estos dos espacios se hayan convertido en uno único por los motivos que todos conocemos.

Tiempo de lectura: 4 minutos

Elige una tarde cualquiera, un sillón en casa (supongo que el de siempre) y un libro. Las gotas de lluvia golpeando levemente tras el cristal de la ventana; elige también eso. Incluso una tormenta sirve de banda sonora para la historia que tenemos entre las manos. Todo esto parece una escena sacada de una película, o de un libro, pero no es la primera vez que la interpretamos en casa, ¿verdad?

O una mañana de fin de semana, entre las ocho y las diez, y no por decir, porque antes es madrugar y las once ya es un poco tarde para un desayuno. Nuestra cafetería de siempre, concurrida, también como siempre; pero no mucho. Gente conversando, pero con el volumen justo y necesario. Porque un tono más alto siempre molesta; pero el ruido es casi imprescindible en bares y cafeterías, que al fin y al cabo son lugares de encuentro, con otras personas o con uno mismo. Cafeteras echando humo, tazas y cucharillas en movimiento y otros ruidos imprecisos. Acompañados o solos, no frecuentamos las cafeterías para no encontrarnos con nadie. El silencio aquí siempre incomoda.

Y, ¿qué me decís de una tarde de estudio en una biblioteca? Un buen número de estudiantes tendrá bastante más reciente esta escena, pero seguramente todos recordamos (o al menos somos capaces de imaginar) una experiencia similar. Sentados frente a un libro, un silencio que no es silencio, que nos tensa hasta que oímos una página pasar; quizá la nuestra. Alguien cruza el pasillo buscando un libro. Un bolígrafo y un rotulador se alternan sobre la mesa de quien tenemos al lado. Y este ruido que no es ruido nos mantiene despiertos para seguir con nuestra lectura.

Podemos imaginar cientos de situaciones en las que el ruido ambiente nos acompaña. De hecho, para muchas personas, un entorno de absoluto silencio no siempre es una opción para concentrarse. Hay quien necesita música de fondo como inspiración. Hay escritores que necesitan el murmullo de la gente en un bar para inventar sus historias. Conozco a gente que si no tiene la radio puesta o la televisión de fondo no logra avanzar en sus tareas. En cualquier caso, si habitualmente compartimos un espacio de trabajo con otras personas, nuestro cerebro está ya más que habituado a escuchar el mismo ruido ambiente y seguramente ha desarrollado la capacidad de ignorarlo. Tanto es así que si lo eliminamos, algo nos falta y nos sentimos extraños. Nuestro cerebro es todo un misterio.

Sin embargo, en ocasiones intentamos hacer algo, personal o laboral, en un entorno que no es el habitual. Intentamos terminar una tarea con distracciones o interrupciones no previstas, a las que todavía no nos hemos acostumbrado. Es lo que ocurre cuando intentamos trabajar en un nuevo lugar o leer donde no solemos hacer. A veces es necesario aislarse de un entorno que, por las circunstancias que sea, nos es ajeno y no permite una atención plena a lo que tenemos delante. Y la tecnología nos puede echar un cable en este pequeño gran reto, en casa y en el trabajo, aunque recientemente estos dos espacios se hayan convertido en uno único por los motivos que todos conocemos.

Hablo del sencillo gesto de colocarnos unos auriculares para realizar algunas tareas. No en todos los trabajos lo permiten, pero en aquellos en los que uno puede utilizarlos, debéis saber que muchos lo hacen aunque no estén escuchando absolutamente nada. Dicen que es un método efectivo, una especie de medida disuasoria con la que consiguen que no se les interrumpa (tanto).

No hay nada malo en utilizar puntualmente nuestros auriculares, en el trabajo o en casa (ahora sobre todo) para desconectar de cualquier otra actividad que esté ocurriendo a nuestro alrededor. Si reservamos un tiempo y un espacio, y lo comunicamos a quienes nos acompañan, es una decisión razonable. A veces es necesario, sobre todo en estos tiempos que corren en los que no es tan fácil encontrar un rincón para aislarnos durante un momento.

Yo utilizo de vez en cuando Tide, una app muy completa con distintas herramientas para la concentración, la relajación e incluso para facilitar el sueño. Yo personalmente apenas utilizo dos o tres funciones de la aplicación. No lo hago por necesidad, pero me gusta. Suelo utilizarla cuando leo, aunque no siempre. Por ejemplo reconozco que me gusta leer un buen libro con tormenta de fondo. O escribir con algún ruido ambiente, como el de una cafetería o el de una biblioteca. Y Tide cuenta con estas escenas y muchas más: lluvia, jardín, máquina de escribir, templo, viaje, reloj, isla, calle, restaurante, etc. En general es una buena solución para encontrar la concentración, sin tener que recurrir a la música, que no siempre es efectiva para todos, o a salir a la calle para entrar en una cafetería, una biblioteca, un museo, un parque… Porque ahora hay que quedarse en casa.

Pero pronto volveremos a las cafeterías y a los parques. Entraremos en museos y bibliotecas. Volveremos a las calles, llenas de gente y de ruido. Nos conformamos de momento con un libro y un sillón, que los tenemos a mano cuando queramos. La lluvia no siempre; pero en abril, ya estará al caer.

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