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Mensajería instantánea que nos atonta

WhatsApp, Telegram, Facebook Messenger o Line. Ponedle el nombre que queráis. Las aplicaciones de mensajería instantánea forman ya parte de nuestras vidas; tanto que cuesta creer que un simple programa instalado en un teléfono móvil haya logrado cambiar nuestros hábitos diarios. Si nos observáramos a nosotros mismos desde el pasado, probablemente sentiríamos vergüenza ajena viendo nuestra forma de actuar con un móvil en la manos. Se dan las situaciones más disparatadas que podamos llegar a imaginar.

Tiempo de lectura: 7 minutos

WhatsApp, Telegram, Facebook Messenger o Line. Ponedle el nombre que queráis. Las aplicaciones de mensajería instantánea forman ya parte de nuestras vidas; tanto que cuesta creer que un simple programa instalado en un teléfono móvil haya logrado cambiar nuestros hábitos diarios. Si nos observáramos a nosotros mismos desde el pasado, probablemente sentiríamos vergüenza ajena viendo nuestra forma de actuar con un móvil en la manos. Se dan las situaciones más disparatadas que podamos llegar a imaginar. Para muestra el popular corto sobre el dichoso «doble check» de WhatsApp. Pero pondré algunos más ejemplos de situaciones absurdas que también resultaran familiares a muchos.

Tenemos una cita y avisamos con un mensaje que estamos llegando, cuando apenas quedan unos segundos para llegar a nuestro destino. Enfados en una conversación de grupo por el simple hecho de abandonarlo. Indignación porque alguien no ha leído nuestro mensaje (locura desatada con el «doble check», y no digamos con el de color azul). O una cena de amigos, «hablamos» a través del móvil con la persona que tenemos en frente, para ocultar la conversación a otra persona con la que también compartimos mesa. Desafortunados malentendidos. Eternas conversaciones (algunas discusiones) online. A veces creo que olvidamos que nuestro móvil también hace llamadas de voz…

No soy ni escéptico ni tecnófobo. Sé reconocer las ventajas de estas nuevas formas de comunicación. Sin embargo, el asunto de los mensajes instantáneos se nos ha ido un poco de las manos; y en esta batalla del usuario contra la aplicación, hemos perdido claramente y de una forma lamentable, por cierto. La guerra, sin embargo, no está perdida.

WhatsAppTenemos la sensación de gestionar o aprovechar mejor el tiempo por el hecho de poder enviar y recibir mensajes en cualquier momento y lugar. Pretendemos solucionar nuevos problemas, nuevas tareas imprevistas que invaden nuestro móvil en forma de mensajes. Y nos empeñamos en hacerlo de inmediato, a medida que van llegando. Es cierto que a veces conseguimos apagar unos cuantos fuegos, pero lo que probablemente no habíamos previsto es que otros nuevos asuntos iban a aparecer. Un nuevo fuego. Todo por el simple gesto de atender un mensaje cuando alguien lo exige, y no cuando realmente podemos. Y así el incendio está garantizado.

De algún modo la mensajería instantánea nos está atontando. Con ella hemos perdido capacidad de organización. ¡Clin, clin! Los sonidos de notificación de nuevo mensaje nos interrumpen constantemente; incluso cuando la alerta suena en el móvil de quien tenemos al lado. Es el colmo. Pero no señalemos a la tecnología. En este sinsentido, solo el usuario es el culpable. Nadie nos obligó a comprar un smartphone, y menos a instalar un programa como WhatsApp en él. Si hacemos algo de autocrítica, reconoceremos que no siempre dejamos respetar nuestro espacio ni nuestro tiempo. Y eso, no es bueno.

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La mejor forma de comprobar qué ha cambiado, es desconectar durante un tiempo de las aplicaciones de mensajes en cualquiera de sus formas: WhatsApp, Telegram o Facebook Messenger suelen ser las más habituales. Es un interesante experimento que nos permite abrir los ojos y descubrir qué nuevos hábitos hemos introducido en nuestro hacer cotidiano con el fenómeno de los mensajes instantáneos. En ocasiones es necesario tomar distancia para llegar a algunas conclusiones.

  1. Situaciones absurdas. No solo por el modo en que nos comportamos por culpa del móvil. No hace falta explicarle a nadie las consecuencias de quedarse sin batería o sin cobertura en el momento más inoportuno. En estas circunstancias, más de uno habrá buscado desesperado un cargador compatible o habrá entrado en una cafetería «mendigando» algo de WiFi a precio de un café que no te apetece tomar. También están a la orden del día los enfados y malentendidos que surgen de una conversación virtual. Lo que nos faltaba… No tenemos suficientes problemas para entendernos en el mundo real, como para tener que preocuparnos de hacerlo a través de Internet, no sin dificultades. La lista de situaciones absurdas puede ser infinita.
  2. «Sobreconectados». Demasiadas charlas virtuales. En conversaciones reales, cara a cara, tu grupo de amigos comenta anécdotas que realmente han tenido lugar en los chats de grupo. En general, nada realmente importante. Comentamos en la vida real las conversaciones del mundo virtual en una suerte de absurda meta-charla. Y si no estabas en estos grupos, te lo perdiste (afortunadamente). O incluso el caso contrario: terminamos nuestra jornada de trabajo o una cena con unos amigos, y tras las correspondientes despedidas, nos vamos a casa y sigue la conversación… en nuestro móvil.
  3. Miedo. Efectivamente, miedo a perderse algo. Hay quien confiesa ser incapaz de prescindir de su programa de mensajes. Dependen de ello, dicen. ¿Tan imprescindible es estar presente un grupo de WhatsApp? ¿O será el miedo a perderse algo? Esto ya tiene un nombre, y quienes padecen este síndrome tienen FoMo (Fear Of Missing Out = Miedo a perderse algo).
  4. Adicción. Si instaláramos en nuestro móvil un contador que sumara el número de veces que activamos nuestro móvil para comprobar si tenemos nuevo mensaje, seguramente pensaríamos que no se trata de nuestro smartphone. Pero así es. Cada uno es su medida quedaría sorprendido por los resultados de ese gesto constante y compulsivo de comprobar si hay algo nuevo. Es cierto que la tecnología nos condiciona en cierto modo, pero también hemos inventado necesidades donde no las hay.¿Realmente todo ha cambiado tanto en nuestras vidas que necesitamos estar hiperconectados, disponibles 24 horas al día y pendientes todo el tiempo de nuestra pantalla del móvil?
  5. Pérdida de tiempo. Ya invertimos tiempo extra intentando mejorar la organización de nuestros días. Incorporamos tecnología también para mejorar nuestra productividad, pero quizá sería interesante analizar bien dónde perdemos realmente el tiempo. Seguramente los minutos que dedicamos a este tipo de conversaciones virtuales, son los que nos faltan al final del día.
  6. Interrupciones. Enviar o contestar un mensaje en nuestro móvil puede ser una forma de comunicación muy eficaz; siempre que seamos nosotros quienes elijamos cuándo hacerlo. El problema es que otros decidan por nosotros y que un simple mensaje interrumpa la tarea que teníamos entre manos. Un mensaje que, con total seguridad, podíamos atender en otro momento.
  7. La «generación instantánea». Somos impacientes y lo queremos todo ahora y rápido, y así nos comportamos muchas veces con nuestros teléfonos móviles. Los mensajes instantáneos nos dan la opción de informar de algo o hacer una petición a nuestros contactos. Y lo podemos hacer en el mismo momento que lo necesitamos, sin pensar en otras vías de comunicación, quizá mas convenientes para quienes reciben el mensaje. Una llamada, un e-mail o una reunión suelen ser las alternativas más lógicas ante muchas situaciones. Y es que a veces olvidamos que con nuestro teléfono también podemos hacer llamadas de voz.

Ponte a prueba: Nomofobia, FoMo y Phubbing

Phubbing

  1. Desinstala la aplicación de mensajería de tu móvil. Es una solución drástica y valiente, pero no cabe duda que efectiva. Los primeros días de desconexión, será inevitable “sufrir” lo que ahora diagnostican como FoMo (Fear Of Missing Out) o el miedo a perderse algo. Al principio pensaremos constantemente en esas conversaciones virtuales o si alguien está intentando ponerse en contacto con nosotros vía mensaje. Con el tiempo, ni lo echaremos de menos. No hay preocupación que valga; si es algo importante, nos localizarán.
  2. Aprende a vivir sin móvil. Dicho así suena difícil, pero puedes empezar por dejar en casa tu móvil un día a la semana. El primer día sentirás eso que llaman «nomofobia» (no-mobile-phone-phobia), o el miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil. Sólo es cuestión de hábito; en unas semanas quizá seas capaz de liberarte de tu smartphone más de un día a la semana.
  3. Lleva la mensajería a tu ordenador. Siempre hay soluciones intermedias. Podemos desinstalar las aplicaciones de nuestro smartphone, pero si esta lo permite (Telegram lo hace), puedes instalar una versión del programa en tu ordenador y abrirlo cuando realmente quieras utilizarlo. Es la mejora forma de planificar cuando atender los mensajes para poder seguir con tu trabajo.
  4. Deshabilita las notificaciones. El objetivo no es otro que eliminar el hábito de sacar el móvil cada cinco minutos para comprobar si hay nuevos mensajes. Quien tiene esta costumbre, lo hace inconscientemente, tanto si escucha una notificación como si no; y es algo difícil de cambiar. Sin embargo, para hacer que la mensajería instantánea no sea tan instantánea, un gran paso es deshabilitar los sonidos que nos recuerdan a cada instante que tenemos algo pendiente por leer. Decidamos nosotros cuando atender nuestro propio móvil. A veces da la impresión de que estamos al servicio de nuestro smartphone, cuando es nuestro teléfono el que debería estar a nuestra órdenes.
  5. Apaga el móvil un rato. Si estás inmerso en una tarea importante, reunido con tu equipo de trabajo o en una cena con unos amigos, apaga tu móvil. Dedícale a los momentos importantes el tiempo y la atención que merecen. A nadie le gusta que le hagan «phubbing». Este nuevo término se refiere al gesto de ignorar a alguien (o al entorno en general) cuando estamos concentrados en el móvil. Es decir, utilizar el móvil cuando alguien te está hablando.
  6. Bloquea al usuario molesto. Sin miedo. Puedes limitar los usuarios que pueden acceder a tu tiempo, bloqueándolos en tu sistema de mensajería instantánea. Este método es infalible, y sin embargo «nos sabe mal» hacerlo. Para decidirte, lleva la situación al mundo real: si una persona, por muy amigo que sea, te persigue a todas horas para contarte mil historias que no te interesan, ¿sonreirías a todas ellas? Seguro que no.
  7. Selecciona y abandona. En la vida real no se puede asistir a todas las reuniones y no se puede acudir a todas las fiestas. Tampoco se puede hablar con todo el mundo a la vez. A veces hay que elegir, hay que sacrificar algo para quedarnos con lo que más nos gusta o nos interesa. En el mundo de la mensajería instantánea puedes empezar por limitar las conversaciones de grupo a las que perteneces. Si tienes fuerza de voluntad, abandona. La mayoría son fuente de distracciones.
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6 Comments

  1. Información Bitacoras.com

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