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Algo es más que nada: lo importante es empezar

De vez en cuando conviene recordarse a uno mismo que «algo es más que nada». A algunos nos cuesta dejar una tarea a medias y, si contamos con el tiempo suficiente, preferimos terminar lo que empezamos. Obviamente, siempre existen tareas que, por su envergadura, no se pueden realizar en una sola tarde. En estos casos, y utilizando terminología GTD, posiblemente estemos frente a un «proyecto» y no ante una «tarea» o «acción» individual. Aquí solemos aceptar sin mayor problema que es algo natural detener el proyecto para reanudarlo al día siguiente. Las dificultades surgen cuando un proyecto se disfraza de «tarea un poco más grande» e intentamos abordarla toda de una vez.

Tiempo de lectura: 2 minutos

De vez en cuando conviene recordarse a uno mismo que «algo es más que nada». A algunos nos cuesta dejar una tarea a medias y, si contamos con el tiempo suficiente, preferimos terminar lo que empezamos. Obviamente, siempre existen tareas que, por su envergadura, no se pueden realizar en una sola tarde. En estos casos, y utilizando terminología GTD, posiblemente estemos frente a un «proyecto» y no ante una «tarea» o «acción» individual. Aquí solemos aceptar sin mayor problema que es algo natural detener el proyecto para reanudarlo al día siguiente. Las dificultades surgen cuando un proyecto se disfraza de «tarea un poco más grande» e intentamos abordarla toda de una vez.

Afrontar tareas cuya realización implique no más de 10 o 20 minutos es fácil. Nuestro cerebro «sabe» que en pocos minutos terminaremos y tachar (física o mentalmente) una tarea una vez realizada es siempre una sensación placentera. El problema aparece con las tareas que tienen una duración estimada entre 1 y 3 horas. Ante el panorama que se nos presenta, corremos el peligro de no empezar siquiera. Y con el consiguiente riesgo de posponer la tarea (y hacerlo eternamente). Por ejemplo, redactar un artículo de cierta extensión en un blog podría entrar perfectamente en esta categoría, cuando nos empeñamos en escribir de una sentada (nunca mejor dicho).

Un problema que salta a la vista es tratar estas tareas de cierta duración como un solo bloque, como una «acción» única. Siguiendo con el ejemplo de publicar un post en un blog, el error de partida es considerar el proceso de escribir un artículo como una única tarea indivisible. En realidad, la solución empieza por darle una consideración de proyecto. Pequeño, pero proyecto.

Escribir un artículo en un blog consta de varias fases: hacer una primera lluvia de ideas, documentarse sobre el tema del artículo, definir una estructura básica del post, redactar un primer borrador, revisar el primer borrador, elaborar una versión final, revisar la versión final, hacer una búsqueda de material gráfico para acompañar el artículo, maquetar el post y finalmente publicarlo. Posiblemente sobre o falte algún proceso, pero en general estos son los pasos básicos, que a veces entremezclamos y no siempre seguimos en estricto orden.

Es importante detectar este tipo de tareas que realmente son pequeños proyectos (y no tareas un poco más grandes). Conviene trocear cada proyecto en partes (ahora sí, tareas) muy bien definidas. De este modo podemos abordar unas tareas del proyecto un día, con la satisfacción de haber completado una parte muy concreta del trabajo, y reanudar el proyecto al día siguiente, realizando el resto. Divide y vencerás.

Quizá hoy no tengamos la energía o concentración necesarias para escribir un texto que implique estar sentado un par de horas frente al ordenador. Pero, ¿qué tal 25 minutos para un primer borrador? Y quizá, una vez inmersos en la escritura, pasan los minutos y sin darnos cuenta conseguimos escribir una versión final. En cualquier caso, cinco, diez o veinte minutos, ya es algo. Y algo es más que nada. Un párrafo de un libro, unas líneas de código o unos metros de pista. Lo importante es empezar.

Fotografía «Pista» | Pexels en Pixabay
Fotografía «Escribiendo» | StartupStockPhotos en Pixabay

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