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Etiqueta: libros

Nueva lectura, nuevo viaje: la aventura de releer un libro

Tiempo de lectura: 4 minutos

Estos últimos días de verano estoy aprovechando para volver a leer Getting Things Done. De hecho, no es la primera vez que releo este libro de David Allen; Organízate con eficacia en su versión en español. Pero no es ni la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que reviso la metodología GTD. Releer no es algo que suela hacer a menudo, pero tampoco es nada extraño. De hecho, es una práctica interesante por varios motivos. Alguno habrá que diga que releer no es productivo, que recorrer el mismo texto dos veces es una pérdida de tiempo. Disculpen que disienta; releer puede ser muy enriquecedor. Además, hay libros que habría que volver a leer casi por obligación.

Efectivamente, podemos volver a leer una obra simplemente por volver a disfrutar del viaje; por puro placer, por qué no. Nos apetece y nos ponemos a ello. Sobre todo, si se trata de ficción, es posible que nos apetezca volver a visitar algunos lugares o revivir algunos diálogos. Pero incluso, después de una nueva lectura de la obra, habremos vivido una nueva experiencia, como cuando volvemos a visitar una ciudad después de un tiempo y se trata de un viaje completamente distinto.

Releer un libro es leer una obra nueva. Nuestra madurez en una etapa determinada de nuestra vida, nuestras experiencias y los conceptos aprendidos entre una lectura y la siguiente influyen mucho en nuestra lecturas. No es lo mismo leer El Quijote con 16 años que hacerlo con 35. No somos la misma persona que hace una década. Por ejemplo, hace una década que leí Getting Things Done y todas las veces que lo he leído, ha sido con una perspectiva diferente, aprendiendo y aplicando los conceptos de un modo distinto y mejor. «Cuando uno se hace viejo, gusta más releer que leer», decía Pío Baroja.

También podemos releer una obra porque nos apetece hacerlo en otra lengua, quizá en su versión original. Es posible que durante el tiempo que ha pasado desde la última lectura hemos mejorado nuestra competencia lingüística en la lengua en la que el autor escribió la obra. Puede ser una buena oportunidad para capturar ciertos matices que no estaban presentes en la traducción del texto; o quizá simplemente queremos leer el libro en otra lengua con el único propósito de seguir practicando un nuevo idioma que estamos aprendiendo. Y conocer la obra de antemano ayuda en este proceso porque ya conocemos la historia que se desarrolla o las ideas que presenta.

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La navaja suiza de la productividad personal (I): información y aprendizaje

Tiempo de lectura: 3 minutos

Cualquier entusiasta de la organización personal ha soñado en alguna ocasión con descubrir la herramienta ideal para ser más productivo. Sería aquella que lograra aunar en una única solución y de forma perfectamente integrada, las distintas aplicaciones y material de oficina que usamos a diario para sacar adelante tareas y proyectos de forma eficiente. Sería una especie de herramienta universal de la productividad que nos ayudaría a decidir y a hacer mejor que nunca las cosas correctas. Estaría tan optimizada que nos haría superefectivos en nuestras tareas diarias.

La navaja suiza de la productividad personal

Desafortunadamente no existe todavía esa herramienta perfecta. De momento nos tenemos que conformar con aprender a combinar de la forma más acertada posible los recursos que tenemos a nuestro alcance. Unas herramientas son físicas: material de oficina y otros utensilios de «baja tecnología» de los que siempre cuesta desprenderse, muchas veces por necesidad y otras simplemente por tradición. Porque quienes siguen fieles a su agenda de papel, lo hacen probablemente por costumbre, por nostalgia o por ambos motivos. Tienen un teléfono móvil que gestiona mejor sus compromisos, pero el ritual de renovar su agenda cada año es cuanto menos sagrado. Otros recursos preferimos gestionarlos digitalmente con la última aplicación del mercado, probablemente la que está de moda y a ser posible en su última versión.

Pero ponemos empeño; todo sea por la productividad. Y, no sin esfuerzo, orquestamos un sistema de organización, un engranaje con un punto artesano que hace que todo funcione: herramientas físicas y digitales trabajando en equipo, perfectamente coordinadas y sincronizadas, organizando nuestro trabajo cada día, como una especie de navaja suiza de la productividad. Y tanto nos ha costado idear el mecanismo que lo explicamos orgullosos en la Red, que es el mejor lugar donde contar estos asuntos.

Y ese es el motivo de este artículo: presentar la que sería mi navaja suiza de productividad. O al menos el kit básico de supervivencia para asuntos de organización personal. Si me preguntaran cómo empezar con la organización personal en general (y con GTD en particular), seguramente mencionaría los elementos que empiezo a presentar en formato serie en este blog. Empecemos por el primero de ellos.

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Organízate con eficacia: reflexiones sobre el primer capítulo (GTD #7)

Tiempo de lectura: 4 minutos

La primera parte del libro «Organízate con eficacia» está dedicada al «arte de organizarse con eficacia». Este es precisamente el título que encabeza los tres primeros capítulos del texto. Y en el primero de ellos, David Allen nos presenta «una nueva práctica para una nueva realidad». Se trata de una introducción al método, una justificación de la necesidad de contar con un sistema de organización, GTD®, que desarrolla en profundidad a lo largo de doce capítulos más.

Getting Things Done® plantea una solución al eterno problema de encontrar la fórmula para organizarnos correctamente, un método que nos permita tener todas nuestras tareas bajo control y además nos deje disfrutar del resto de actividades sin llevar siempre encima el peso del trabajo. Las primeras páginas del libro recorren esta idea y a medida que he ido (re)leyendo el primer capítulo, he aprovechado para tomar algunas notas que finalmente se han transformado en seis posts que he ido publicando periódicamente en este mismo blog. Finalizado el capítulo, es el momento de reunirlos todos a modo de resumen antes de abordar el segundo capítulo, dedicado a la administración del flujo de trabajo.

Pon un método de organización en tu vida

Siempre hay cosas que hacer. Es inevitable. Sean obligaciones profesionales o personales, a diario nos enfrentamos a algún tipo de lista de tareas o algo similar. Hacer la compra, preparar una presentación, organizar un viaje, gestionar un proyecto, etc. Para lograr un poco de orden algunos utilizamos un registro en el que anotar esas tareas, que aparecen en distintos momentos del día y en diferentes ámbitos de responsabilidad (laboral, familiar, educativo, etc.). Otras personas aseguran confiar en su memoria para recordar todo aquello que deben hacer. En cualquier caso, por simple que sea, todos seguimos algún sistema de organización. No seguir un método no es una opción.

Leer el artículo completoPon un método de organización en tu vida (GTD #1)

Ser productivo y vivir sin estrés: Getting Things Done de David Allen

Todos terminamos de trabajar en algún momento del día y somos conscientes de que muchas tareas y proyectos se quedan a medias, sencillamente porque para completarlos son necesarios varios días o meses de trabajo. Dividir el trabajo en partes es algo natural. El problema surge cuando tras una jornada de trabajo no conseguimos desconectar de las tareas porque nuestro cerebro sabe que hay cosas por terminar, que además no tenemos del todo controladas, o hay cosas que podemos olvidar porque no las hemos anotado. Obviamente, todos tenemos entre nuestros objetivos el de ser productivos en nuestro trabajo, pero también queremos vivir sin estrés, sin sentirnos constantemente perseguidos por las tareas pendientes de hacer. Ambas cosas son posibles con GTD®.

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Menos es más: la productividad bien entendida

Tiempo de lectura: 4 minutos

Si uno se asoma a los medios, a la educación, a las redes sociales, a veces da la impresión de que lo realmente importante es aquello que se ve, las apariencias, lo superficial. Triunfa lo audiovisual, instantáneo e impactante, no la lectura y reflexión sosegada. Parece que prima la cantidad frente a la calidad. El reconocimiento se impone ante el objetivo principal de la tarea que se realiza. Gana el marketing frente al sentido común.

De esto no se libra el mundo de la productividad y la organización personal. Tampoco hay que perder de vista aquí el objetivo principal, que es «simplemente» el de ser más productivo y organizarnos mejor, no el de utilizar la herramienta más sofisticada o invertir más tiempo organizando y planificando. No hay que demostrar nada a nadie, solo a uno mismo. En la mayoría de casos, menos es más. Así que, siendo coherente con el título de este artículo, sin más preámbulos presento algunas ideas al respecto.

1. Menos organización y más producción.

Este tema de la productividad personal se nos puede ir fácilmente de las manos, especialmente en el momento de aplicar algún método o utilizar alguna aplicación informática en particular. Es fundamental que el proceso de organizar nuestro trabajo no nos deje sin tiempo de poder realizarlo. Lo contrario sería absurdo. Es tentador jugar con la app de gestión de tareas de turno, moviendo elementos de un lado a otro, organizando y reorganizando no sabemos muy bien qué y con qué propósito. Y mientras, pasan los minutos y el trabajo no está hecho. No perdamos el norte y recordémonos constantemente: «menos tiempo de planificación y más tiempo de acción». Menos es más.

2. Menos papel y más bits.

El mundo del papel ocupa espacio físico, y al hacerlo, inevitablemente también ocupa espacio mental. La organización de elementos en soporte papel nos hace perder más tiempo del que creemos. Si existe una alternativa digital para llevar a cabo una tarea, adoptémosla. Si no, hay infinidad de aplicaciones y también procesos muy bien definidos para digitalizar (y por tanto reducir) toda la información que manejamos en papel a diario (espero escribir sobre ello pronto). Además, el hecho de adquirir el hábito de digitalizar documentos nos obliga a poner orden en el «mundo papel» y nos permite desechar aquello que ya no necesitamos y/o que preferimos mantener digitalizado. Go paperless! Menos es más. (Apunte personal: menos los libros, que siempre serán la excepción. Un libro nunca sobra…)

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Cuando lo importante es escribir (y solo escribir): del minimalismo de ZenPen a la potencia de Scrivener

Tiempo de lectura: 6 minutos

Para avanzar en un trabajo, creativo o no, la mayoría de veces no queda otra que sentarse (o levantarse, depende) y ponerse a ello. Y especialmente en proyectos de gran envergadura, es fundamental adquirir una serie de hábitos, a veces hasta el punto de tener que establecer un horario fijo para poder progresar en determinados proyectos. Trabajo, trabajo y trabajo. Hasta cuando no apetece.

Decía Pablo Picasso que «la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando». Si un pintor esperara siempre a que le llegara la inspiración (o las ganas de trabajar), probablemente ninguno de sus cuadros vería la luz. Y si un escritor hiciera lo mismo, tampoco pondría el punto final a ninguno de sus libros. Y precisamente sobre el proceso de escribir y las distracciones quiero hablar hoy.

Escribir requiere concentración

Escribir siempre requiere concentración. Pero lógicamente hay niveles. Para escribir un mensaje de WhatsApp o un tweet basta con poner un poco de atención a lo que escribimos. Podemos incluso hacerlo (por educación no deberíamos) mientras tenemos una conversación con alguien. Lo que está claro que este tipo de redacción de textos no supone demasiado esfuerzo y concentración.

Para escribir este artículo o para escribir unas páginas de un libro, ya la cosa cambia. En estas situaciones uno tiene una serie de ideas que desea plasmar por escrito y el proceso de elaboración es más complejo. La construcción de las frases, la elección de cada palabra o el estilo no son tareas que se puedan dejar al azar. Tampoco nos quedamos con la primera versión de lo que hemos escrito. Es habitual una revisión y un proceso de reescribir partes del contenido. En estos casos necesitamos prestar mucha más atención al texto, concentrarnos en él y, en la medida de lo posible, intentar aislarnos del resto. Quizá entonces, metidos a fondo en el trabajo, llegue la inspiración o la idea genial.

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